Rosa Rodríguez
Sindicalista, responsable de Organización de CCOO Málaga
Este largo periodo de crisis nos ha traído la evidencia de que no se trata sólo de un problema pasajero que se resolverá con una vuelta a la situación de equilibrio y estabilidad anteriores, por más que nos hablen de recuperación económica. Estamos inmersos en un cambio radical de los fundamentos de la actividad económica, social y democrática, que tiene como consecuencia entre otras la degradación del papel de las Instituciones y la creciente concentración de poder de la economía y los mercados sobre la política.
Frente a este sistema depredador debemos actuar y remover esta situación, ganar en capacidad de intervención, como clase trabajadora con el objeto de proteger y mejorar derechos, condiciones laborales y de vida, conscientes del beneficio socioeconómico y de desarrollo social de la participación efectiva.
El control democrático y la participación de los trabajadores en el ámbito empresarial y de la economía es un factor estratégico de la acción del sindicato, que debe favorecer oportunidades y espacios para actuar sobre la sostenibilidad y el medio ambiente, sobre los derechos de los trabajadores y trabajadoras en las empresas principales y en las auxiliares y contratas, sobre la salud laboral y sobre la igualdad de género. Pero este compromiso debe suponer también participar en la gestión empresarial para impulsar el desarrollo de las demandas sociales, reivindicando el salario indirecto, trasladando el principio democrático a la empresa y así ampliar el alcance de influencia de la clase trabajadora más allá de la negociación colectiva y de las relaciones laborales.
La economía debe estar al servicio de las personas y de las necesidades sociales y no sólo del capital. No debe tratarse sólo de hacer dinero, se trata de cómo se hace y cómo se devuelve parte de esa ganancia a la sociedad con nuestra participación.
En este escenario de desarrollo y de construcción de las sociedades democráticas, la Igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres es un elemento vital, no hay progreso ni avance posible sin igualdad. Las políticas económicas y sociales recientes, los recortes y la avaricia empresarial nos han hecho retroceder en los avances conseguidos. Tenemos la oportunidad para que, desde el control democrático ejercido por los trabajadores, abordemos los factores estructurales que son la base de la desigualdad de género, incluyendo las normas y actitudes sociales que discriminan a las mujeres. Y para ello se hace necesario que las mujeres estén en los ámbitos de toma de decisiones y de gestión públicas y privadas. Una democracia plena sólo es aquella que incorpora a toda la sociedad, contando con todos los talentos y sin prescindir de la mitad de la población.
De lo que se trata es del desarrollo social, de trasladar los valores de igualdad y nuestro compromiso con la eliminación de la discriminación de género a la gestión empresarial a través de medidas económicas, sociales, comerciales, medioambientales, laborales o de otra naturaleza abriendo expectativas externas e internas que cumplan con las exigencias de la sociedad, tanto a nivel internacional y transnacional como en el ámbito local. Y uno de los ejes principales para la consecución de estos objetivos es considerar la igualdad como elemento transversal de los ejes principales de gestión empresarial y de negocio. Hay que vincular lo económico y lo social, mejorar nuestras estrategias feministas e influir para construir una nueva economía. Desde el papel transformador del sindicalismo de clase, la clase trabajadora debe ejercer mayor poder en la economía y ello implica promover la responsabilidad real que las empresas tienen con la sociedad.
Vemos como se ha convertido en política empresarial la preocupación por la reputación de la empresa, de su marca y de sus productos, por el miedo a perderla. Los sellos y distintivos de calidad que premian acciones que promuevan la igualdad y no discriminación pueden convertirse en un enemigo ciego y cómplice del objetivo marcado de eliminación de la desigualdad. Que no nos hablen de responsabilidad social cuando se trata simplemente del cumplimiento de leyes que deben ser respetadas y exigibles. No debemos aceptar el género-marketing ni el uso del maquillaje-igualdad empresarial marcado por la tendencia social y el beneficio privado.
Es fundamental nuestro papel para la reversión a la sociedad del rendimiento empresarial con la perspectiva de la igualdad como eje transversal, para ello el sindicato debe estar formado y ser consciente de que es imprescindible.
“Somos un agente que democratiza la economía” (Unai Sordo) Y no existe democracia sin igualdad. Hemos de avanzar ampliando los espacios de participación, promoviendo instrumentos para la gestión ética que facilite e impulse el progreso social desde la igualdad de género, desterrando de la sociedad, la empresa y la economía culturas basadas en la discriminación, los roles y la segregación.
Lunes, 16 de Julio de 2018