Javier Pacheco
Secretario General CCOO Catalunya
La digitalización, la conectividad, la impresión 3D, el Big Data, la robotización, son elementos que configuran la idea de estar viviendo “la cuarta revolución industrial”. La intención del articulo no es analizar desde la perspectiva técnica ni académica la evolución, causas y efectos, de la incursión de esta nueva realidad en las estructures económicas, políticas y sociales, de lo que podría acontecer, según algunas líneas de pensamiento, como una nueva evolución de la civilización.
Los augurios de la finalización del trabajo, tal y como lo conocemos, el cuestionamiento de la propiedad y su distribución, los efectos en la globalización de mercados y capitales, los desplazamientos de los ejes geo-económicos, los efectos en los recursos naturales del planeta, el incremento de las desigualdades sociales; son alertas que pretenden llamar la atención para conseguir influir en la orientación de un nuevo paradigma, con el objetivo de prevenir los efectos que algunos vaticinan casi apocalípticos, que puede provocar una implementación sin reglas de vectores de progreso como los que configuran esta nueva revolución industrial.
Desde estas líneas quisiera reforzar la idea de la importancia de los procesos de transición de cualquier cambio estructural de los factores de producción de bienes y servicios y su encaje en una etapa donde la financiarización de la economía, puede condicionar el devenir de los avances tecnológicos en el nuevo sistema productivo y sus efectos con las persones.
La liberalización de mercados y capitales, con la política de individualización de las relaciones laborales, son factores multiplicadores de los riesgos de fragmentación de una sociedad que pierda el factor trabajo, como un ámbito de socialización y emancipación de los proyectos personales y de la vida de la gente.
“La cuarta revolución industrial” cambia los procesos de producción, reduciendo las estructuras y niveles de la cadena de valor de los productos y servicios, atomizando el factor de riesgo de las estructuras empresariales y reduciendo el tamaño de las empresas en la mayoría de sectores.
Esta configuración del mundo del trabajo, mercantiliza las relaciones laborales, desvincula a las persones de los derechos colectivos y aísla al trabajador/a en una nueva forma de relación con el trabajo. Estos efectos los estamos comenzando a ver con la concadenación de las subcontrataciones, la proliferación de trabajo autónomo dependiente o falso autónomo, las relaciones contractuales a disposición, como es la contratación a tiempo parcial, el tele trabajo, la remuneración por objetivos al margen de la negociación colectiva, etc.. Situaciones que propicia por un lado la tendencia a la transformación del tejido productivo y por otro las reglas del trabajo que han roto los equilibrios de la participación de los trabajadores/as en la organización de las empresas, debilitando su relación contractual y la negociación colectiva mediante las reformas laborales que se están produciendo de manera mimetizada en la mayoría de países de nuestro entorno.
La acción sindical ha de encontrar el eje de convergencia, entre los nuevos espacios de arraigo de las persones con el trabajo y las reglas básicas de cohesión de una sociedad que no debe fragmentarse por el deterioro de su principal fuente de vida, el mundo del trabajo.
Encontrar pautas de referencialidad de las personas con las organizaciones de trabajadores/as, sindicatos, que permita que éstas reconozcan ámbitos de reivindicación común; salarios mínimos, modelos de cotización y prestaciones sociales, gestión del tiempo de trabajo y de vida, acceso a la formación para la cualificación continua de la empleabilidad, marcos de solidaridad…
Espacios de socialización, en el ámbito territorial, puntos de encuentro de los trabajadores/as de diferentes sectores, construcción de tejido social asociativo, refuerzo y desarrollo del carácter cultural de convivencia, crear comunidad….
La economía digitalizada tiene muchos riesgos, pero también alguna oportunidad. La proximidad de los núcleos de producción con el mercado puede ser un antídoto a la globalización de capitales. La economía productiva en manos de mucha gente, puede ser un factor de contrapoder a la actual acumulación del capital financiarizado en manos de unos pocos. Si la política y las relaciones sociales incentivan las reglas económicas potenciando la “economía real”, la productiva, por encima de la economía especulativa, se puede reforzar los espacios del reparto más equitativo de la riqueza y reconstruir marcos de cohesión y bienestar social. Si el factor trabajo se interpreta como un eje central de la socialización de las personas y se pone a su servicio, los avances tecnológicos pueden ser un factor real de progreso social.
Las organizaciones sindicales tenemos el reto de construir discurso mediante la propuesta concreta, en la concertación y diálogo social para poder cambiar las reglas de juego, mediante la negociación colectiva para poder concretar los nuevos derechos de las persones trabajadoras y con la participación de la gente, reforzando su capacidad de organización y reivindicación.
Tenemos dos opciones, esperar a que los cambios definan nuestro modelo social, o concretar la defensa de un modelo social, para poner los cambios a su disposición.
Desde CCOO tenemos claro, que solo tenemos una alternativa, ponernos delante de los cambios y pasar a la ofensiva.
Barcelona, 24 de Mayo de 2017